viernes, 11 de marzo de 2016
La gitana
La gitana le preguntó que por qué siempre andaba arrinconado y le respondió que quería morirse y no otra cosa y ella le preguntó que por qué y el le dijo que por hastío o indiferencia y ella le dijo que no sabía lo que era el hastío o la indiferencia o lo que él había dicho pero si que su coño sabía a vinagre y a muerte y que si él quería morirse que se lo probara para que así supiera a qué sabia la muerte y él le dijo que no la creía porque los sexos no saben a vinagre o a muerte y ella le dijo que su coño si sabía a vinagre y a muerte y se quitó la falda sucia y se bajó las bragas aún más sucias y se sentó en una silla y abrió las piernas y le dijo que lo probara y le dijo que qué hacía y que se vistiera y le dijo que se comiera para saber a que sabía la muerte y que todos les decían que sus coño era vinagre y muerte y que si él no lo hacía es que era un cobarde y el le dijo que lo era y que siempre lo había sido y que no quería y ella acercó la mano hasta su cabeza y se la embutió entre su piernas y le dijo que se lo comiera y el olio aquel sexo que se empotraba en su cara y no queriendo metió su lengua y supo que sabía a orina rancia de días y a vida, a vida prometida y fértil, y con un vómito en la boca quiso echarse atrás y la gitana apretó aún más aprisionando con las piernas su cabeza mientras el vomitaba y su respiración se ahogaba y la vida se le escapaba mientras ella se corría en su boca y le decía que viera como era verdad, que su coño sabía a vinagre, a orina y a muerte.
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