Las mañana es de sol en la calle Logroño. Un sol luminoso, demasiado diáfano para estar muerto, para irme a ver estando muerto; pero como todos los días lo hago no puedo eludirlo, la curiosidad me vence.
Y estoy recubierto de hormigas negras y aceradas, de blanquecinas larvas de mosca que rehuyen la luz, de escolopendras y tijeretas ansiosas; soy un festín para lo diminuto, un lugar de vida mientras no caigan las lluvias y mi cuerpo deje de secarse.
Me he acostumbrado a mi muerto.
sábado, 6 de agosto de 2016
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